
Días antes de que la Luna anunciara
el comienzo de la primavera,
la nieve derretíase ya
en la sierra, mientras los almendros de
la cartuja la anunciaban ya...;
partimos en busca de nuevos lugares por el sur de Andalucía. La costa gaditana fue nuestro destino, y las cansadas horas del viaje desde Granada nos hicieron ser pacientes, porque lo que íbamos a contemplar ese primer día del viaje desbarajustaría la idea de un lugar que nunca había visto. Anchas playas como ancha es la mancha, infinito océano de claras aguas que al contemplarlo me transportaba a tiempos ancestrales (ese océano es el que veían los navegantes y los que ansiaban libertad desde a terra, ese mismo océano, inalterable, incorruptible). Y allí estábamos nosotros, seres curtidos por el sol y el frío de los confines interiores de la península, en esas bellas tierras que no dejaban de impresionarnos. Los días de descanso y ocio nos ayudaban a escuchar la música del mar. El Palmar, Caños de Meca, Bolonia (pura naturaleza), Barbate, Conil, Punta Paloma, fueron los lugares en los que nos movimos, lugares que en las fechas que fuimos estaban bastante tranquilos, Cádiz, lugar de la despedida, los peregrinos extremeños partieron a las dehesas, mientra que los peregrinos manchegos salimos con destino a Granada, con parada en Sevilla. Sanos y salvos llegamos, con la piel más oscura y con buenos recuerdos, pero antes nos quedaba toparnos con la policía en la estación de Granada, leve contratiempo al llegar a la ciudad.
... y comienza la primavera, la luna ya está llena, verdor, la gente saca a relucr la berenjena.